Una región llena de vida a orillas del Duero para deleitarse con sus vinos.
Antes de visitar por primera vez Oporto solía mirar fotos y videos de esta ciudad. No sabría contaros el por qué pero siempre me atrajo y sentía una especial fascinación. Desde luego Oporto es la ciudad vecina que está más de moda . Cuenta con un encanto especial como de pueblo pequeño siendo la segunda ciudad más grande de Portugal. Mirar todas esas fotos me permitía ensimismarme y divagar por mi mundo sin prisa. Viajar con la mente como si de una técnica de relajación se tratase y conectar con un lugar y una época.
Cuando llegué a Oporto me quedé maravillada y sentí que era el lugar tan especial que mis fotos me habían transmitido a lo largo del tiempo. Lo contemplaba todo: sus pintorescos barrios como la Ribeira con casas pintadas de diversos colores; la Torre de los Clérigos cuyas vistas de la ciudad son espectaculares aunque para ello tengas que subir 200 escalones ; el mercado do Bolhao donde empaparse del ambiente de la ciudad o la Capilla de las Almas cubierta de azulejos, detalles de una cerámica sorprendente y un símbolo de la identidad más auténtica de Portugal.
Es así. Hay ciertas cosas que uno sólo puede ver cuándo viaja y esta es la confirmación. Ese aire de decadencia que se respira lleno de historia y de nostalgia al pasear junto al Duero por la noche o al degustar el dulce sabor de sus vinos.
La Mágica Línea del Douro
Y es que el río Duero en Oporto tiene magia. Serpenteante va avanzando y dejando a su paso un paisaje maravilloso de viñedos en terraza conformando el Douro Vinhateiro. Tierras dedicadas al cultivo de la vid desde hace siglos y a la elaboración de apreciados vinos de mesa como el Vino de Oporto.
Bancales sublimes escalonados dónde en cada época del año van cambiando de color. Entre uno y otro se pueden ver quintas en lo alto del viñedo con terrazas volcada al río. Simplemente bello.
No puedo más que sentir fascinación y orgullo de visitar la región vitivinícola más antigua del mundo . Cuenta con 250.000 hectáreas de vides plantadas y trece concellos que abarcan un área comprendida entre Messão Frio y Foz Côa. Vides llenas de uvas rojas o blancas en viñedos soportados por paredes de pizarras. Me siento rodeada por un paisaje genuinamente portugués, un paisaje de postal como el que tantas veces había visto antes de llegar a Oporto.
Miro a mi alrededor y pienso que aquí hay otro ritmo de vida. Montes con cientos de olivares, aldeas vinateiras, miradores panorámicos que no dejan de asombrarme y la hospitalidad de unas gentes que me acogen como si me conocieran de siempre.
Tengo la sensación de que podría regresar mil veces y siempre encontraría algo nuevo con lo que sorprenderme.